sábado, 17 de febrero de 2018

GUITARRAS QUE NO COMPRASTE

Cada uno tiene sus querencias. Generalmente, nos gusta atesorar diferentes objetos a los que damos un valor sentimental. Hay quien se decanta por los trenes eléctricos, las maquetas, los muebles antiguos, los sellos, las vitolas, los sombreros, las corbatas... Los más pudientes y los excéntricos incluso coleccionan coches de lujo.

  En mi humilde caso, los objetos preciados son las guitarras. Desde hace muchos años, y pese a mi poca pericia musical, han ocupado una parte importante del imaginario de los deseos. Tal vez porque las ves tan expuestas, tan deseables en algunos escaparates. Con sus colores vivos, sus brillos barnizados, sus resortes metálicos. Como muchos otros objetos, te prometen la felicidad cuando no las posees. Por eso vuelves una y otra vez a contemplarlas. Y al final, las guitarras más importantes de tu vida son las que no llegaste a comprar.

Todavía recuerdo la acústica que me hizo perder el sueño a los 19 años. Colgaba de una tienda bastante modesta, y era una guitarra muy sencilla. Pero en aquel momento inalcanzable para mi bolsillo. Diría que la tengo todavía delante. Era de un rojo "sunburst", con el puente volado. Me imaginaba tocando con ella las pocas canciones de Brassens que entonces conocía. Pasé durante mucho tiempo por delante del comercio para verla. Y creo que nadie la compró, porque allí seguía. Hoy, tantos años después, la tienda ha cerrado. Me pregunto adónde fue a parar mi guitarra añorada.

  Años después, me enamoré de una Ricken "Red devil" igualmente expuesta. Como ya era mayor, pude entrar e incluso probarla. Sin embargo, tampoco tenía dinero para comprarla. Días después, incluso soñé con ella. Sentía su cuerpo de caja y la podía acariciar. Me desperté con una extraña felicidad. Siempre he lamentado su pérdida. Como una promesa desvanecida.

 Útimamente he encontrado otra guitarra deseada. También una Ricken de 12 cuerdas, azul cobalto. Llevo cinco o seis años cortejándola. La he tenido en mis manos. La he mirado y remirado. Quizás, en algún momento pude adquirirla. Pero luego pensé que lo mejor era dejarla en el museo de las guitarras no compradas.

  Porque allí tocará perennemente la música de las ilusiones por cumplir.