Vivir en el centro de Palma durante los meses de enero y
febrero te permite reencontrarte con la ciudad que conociste. La gente con la
que te cruzas, los clientes de los comercios, incluso el escenario sonoro de la
ciudad. Pero cuando llega la primavera y se acercan los meses del verano es el
momento de prepararse para la gran transformación. Lo que antes era episódico
ahora se ha estabilizado. Y lo que antes resultaba estable es ahora fugaz. Así
cambian las cosas.
En pocos años,
el centro ha evolucionado enormemente. Algunos establecimientos de siempre han
cerrado o están a punto de cerrar. El precio de los alquileres o simplemente la
perspectiva de un beneficio mayor, hacen que se sustituyan los usos de siempre
por otros nuevos. Venta de "gelato", souvenirs, "take
aways". Todo aquello que los cruceristas peripatéticos pueden necesitar.
Consumo rápido y sin demasiadas responsabilidades. Y eso sí, un letrero en el
wc: "Sólo clientes".
De repente,
las calles se convierten en otra cosa. Ciclistas, conductores de esos extraños
vehículos de dos ruedas, gente que camina con bastones, grupos con su guía,
galeras de caballos. A veces, los turistas te miran con incredulidad cuando
abres la puerta para entrar en casa. Como diciendo: "Ah, ¿pero es que vive
alguien aquí?". No es extraño, teniendo en cuenta lo que suben los alquileres.
La ciudad más
céntrica se convierte en un parque temático. Por la escalera te cruzas con
turistas que suben y bajan con sus maletas rodantes. Por la calle te asaltan
ofreciéndote paellas o pizzas. Escuchas las músicas de las tiendas con la
puerta abierta y a toda mecha, de baretos, las bocinas de los coches de
caballos, los gritos de los que vuelven de marcha contentitos. Todo es un frenesí que acaba
por hacerte sentir marciano en tu propia ciudad.
No se trata de
un cambio superficial. Cuando se instauran nuevos ciclos económicos, ya no hay
elección. El centro de Palma lo ha hecho. Ha vendido su alma por convertirse en
un decorado de tres al cuarto. Una tienda de chucherías. Ha apostado todo a una
sola ficha. La anécdota han sido cuatro pintadas. Lo importante es el cambio
económico, laboral y social que estamos viviendo. Aunque no todo el mundo
quiera ser consciente de ello.
A veces, uno
añora la época en que Palma era Ciutat. Y no un Palma Park.
No hay comentarios:
Publicar un comentario