domingo, 20 de septiembre de 2015

CUESTA BAÑARSE



Últimamente, me cuesta darme un baño en el mar. Y eso que después de las lluvias y los vientos, el agua está clara. De un azul luminoso. Tiene ese toque mineral que anuncia el otoño. Lejos de las caldosidades agosteñas.

No nacimos ayer. Y sabemos qué fácil resulta hacer demagogia sobre las cosas que ocurren en este mundo. Las redes sociales están llenas de frases ampulosas, proclamas de pacotilla, juicios sin argumentos contrastados, lugares comunes. De acuerdo, lo sabemos. Pero aun así, cuesta meterse en el mar.

Miras la superficie mansa, los reflejos entre las rocas. El agua tiene el mismo color que en esas fotos. Sólo que allá, en lugar de barcas y "llaüts" en la distancia, motos acuáticas, piragüistas, ves a familias enteras intentando no ahogarse. Contemplas la angustia del padre que aprieta contra si una niña. La expresión desencajada de una mujer. Los brazos de un cuerpo inerte. Nada de glamour playero. El horror más absoluto. Pero el paisaje es el mismo. Plácido, de tonos subidos. Horizontes paradisíacos.

¿Puedes convencerte realmente de que todo eso está muy lejos? ¿Te puedes persuadir de que no tiene nada que ver contigo? ¿Que no pasa nada? ¿Que te tiras al agua y todo será como siempre?

De poco sirven los editoriales baratos. Sobre todo cuando los problemas son tan grandes y dependen de tantos imponderables. Lo sabes. Las cosas complicadas no tienen un explicación pequeña. Eres consciente. Ni una solución al alcance de cualquiera. De acuerdo.

Pero no por ello dejas de tener esa sensación. Cada día ves a tantos turistas bebiendo y riendo, comprando compulsivamente, retozando en el mar. Toda la industria de la felicidad vacacional a la orilla azulada del mar. El mismo que ha sido sudario para tanta gente.

Sientes que las cosas no deberían ser así. 

Y, la verdad, cuesta bañarse.

domingo, 13 de septiembre de 2015

EL EFECTO NOCEBO





Si quieres tener sensaciones fuertes puedes pasar "el tren de la Bruja". O bien leerte los prospectos del nuevo medicamento que te han recetado. En uno y otro caso, y por razones diferentes, no quedarás defraudado.

En otros tiempos, esa literatura de tercera categoría que son los prospectos médicos seguía unas consideraciones mínimas. Papeles dobladitos y de letra muy menuda apenas ocupaban un rincón del paquete. Generalmente, estaban pensados para suscitar el efecto placebo. Decir al paciente lo que deseaba escuchar. Le anticipaba su mejora y curación, loando los efectos medicinales del producto. Sólo al final, y en cuerpo más pequeño, se hacía referencia a contraindicaciones y a algunos hipotéticos efectos secundarios.

El paciente, sólo con leerlo, ya se encontraba mucho mejor.

Hemos pasado del efecto placebo al efecto nocebo. Que consiste en lo contrario: el empeoramiento sugestivo a partir de expectativas negativas.

Abres el paquete y lo primero que encuentras es todo un pliego de indicaciones. Lo despliegas y te tiembla el pulso al ver la cantidad de apartados que aparecen. Te parece estar leyendo tu propio testamento.

La información puramente clínica ocupa poco espacio. Lo malo es cuando te tropiezas con una serie de apartados como "Antes de tomar... No tome si.... Tenga especial cuidado con .... Si toma más de lo que debiera...."

Hasta aquí más o menos bien. Pero a continuación viene toda una larga lista de "Posibles efectos adversos". "Reacciones alérgicas". "Consulte a su médico inmediatamente". "Deje de tomar si..."

Y luego viene el ránking del terror. "Efectos adversos poco frecuentes". Náuseas, erupciones cutáneas, mareos, dolor de cabeza, diarreas.... Le siguen los otros efectos adversos: erupción cutánea y ampollas en la piel, bultos rojos. Pero los peores son los "Efectos adversos raros": ictericia, ojos amarillos, convulsiones, insuficiencia cardiaca....

En lugar de aliviarte, esta nueva política prospectiva te hace sentir enfermo y sentenciado antes incluso de tomar la primera pastilla. Miras los envoltorios con prevención y te parece sentir ya las primeras pústulas y convulsiones espumosas.

Cuando has leído el papiro terrible, con ganas de tirarlo a la basura, una advertencia te frena: "Importante. Guarde este prospecto. Le puede ser necesario".