jueves, 13 de agosto de 2015

EL MILAGRO DE LAS PERSEIDAS


  Por estas fechas, el cielo estellado pasa a primer plano. Todos nos asomamos al firmamento nocturno esperando la famosa lluvia de las Perseidas. Bólidos y meteoritos. Las lágrimas de Sant Llorenç.
   
Esa expectativa, unida al calor y a la vida exterior que se lleva en verano, convierte esa noche en mágica. Intemporal y compartida.
   
Por una vez, nos fijamos en el titileo paciente de los astros. Escuchamos alguna música lejana. Las risas de una cena de terraza. El fragor suave de la hojarasca. Algunas luces brillan a lo lejos. Un grillo se hace oír desde la oscuridad...
   
Y entonces, como por ensalmo, todo se trastoca. Las estrellas se convierten en las de tu niñez. La brisa nocturna, en el perfume de los primeros veraneos. Las voces y risas, en las cenas al aire libre de tu familia, entre el vino y la gaseosa. Las luces lejanas, los farolillos de alguna fiesta o verbena. La música, en los primeros guateques estivales.
   
Es como, si al imperio del firmamento, el pasado volviera por unos segundos al presente. Y aprovechando la inmortalidad de las estrellas, que estaban ya allí y parpadeaban exactamente igual que ahora, regresaras imaginariamente a tu pasado. 
 
Te reencuentras con aquellos que ya no están, recuperas las sensaciones perdidas en los estratos más profundos de la memoria. Y vuelves a ese verano intemporal hecho de muchos y muchos veranos, que marcó una parte importante de tu vida.
   
Sólo las estrellas, y el paso cerilloso de las Perseidas, hacen que por una noche recuperes esa percepción tan diagonal de la existencia. Que vivas por unos segundos entre las sombras del pasado, acompañado de amigos que ya no lo son, o familiares que murieron. Parpadeante y estrellado.
   
El milagro de las Perseidas consiste en sumergirte en el pasado sin abandonar el presente.



No hay comentarios: