jueves, 29 de marzo de 2012

TIRAR COSAS



Un adagio popular asegura que en varias mudanzas se pierden tantas cosas como en un incendio. Y es verdad que, cíclicamente, vivimos episodios purgativos. En ellos, por una u otra razón, debemos hacer limpieza y desprendernos de cosas viejas.

Muchos, entre los que uno se cuenta, somos sentimentales en exceso. Y mientras podemos y el tamaño de la casa lo permite, guardamos todo aquello que tiene un cierto valor evocativo. Papeles, objetos averiados, ropa inservible, diarios atrasados, que sé yo...

El problema sobreviene el día en que, por mudanza, reforma o simplemente asfixia, hay que tomar una decisión drástica. ¿Por dónde empezar? ¿Cómo establecer un criterio?

Si tomásemos como punto de partida la visión más racionalista, sólo guardaríamos las cosas que tienen utilidad. Y serían bien pocas. El problema se complica cuando te dices: "No, sólo los recuerdos más importantes". 

¿Quién puede establecer esa divisoria sin conflicto?

Miras un recorte de diario de hace quince años. "Esto me puede hacer falta algún día". Tomas una gorra completamente descolorida. "Fue la del viaje aquel, qué recuerdos", y la guardas. Te dices seriamente. "La colección de pipas tengo que conservarla, aunque haga trece años que no fumo..." Y así sucesivamente.
Para desprenderse de los recuerdos hay que cerrar los ojos y tirar a bulto. De lo contrario, claudicas ante cada una de las evocaciones. Y no digamos cuando se trata de objetos de tus hijos cuando eran pequeños. "Oh, este babero. ¡El biberón! La almohadita sucia con la que dormía, el platito de colores..." Tirar eso a la basura es como un insulto a tu propio pasado, quebrar lo más profundo de tu emotividad. Pero por otro lado, reconozcámoslo, ¿qué coño vas a hacer con un biberón de hace treinta y tantos años?

Por tanto, acabas pensando que no hay nada como un incendio para tomar decisiones que uno por sí mismo se ve incapaz de cumplir.

sábado, 24 de marzo de 2012

EL CAMARERO DES/CONOCIDO



Habitualmente, dividimos a las personas en dos categorías: los conocidos y los desconocidos. Los unos participan en nuestra existencia de una u otra forma, los otros resultan ajenos. Saben poco de nosotros y tampoco conocemos por nuestra parte nada de ellos.

Pues bien, existe una clase intermedia que cabalga una y otra orilla. Su mérito es ser conocidos sin que lleguemos a conocerlos, resultar desconocidos a pesar de que nos resulten familiares. Son los camareros.

Todos hemos tenido alguna vez esa percepción extraña de encontrarte con el camarero de un establecimiento, bar o café, que frecuentas pero fuera de su contexto. En ese momento, dudas. Generalmente lo saludas como a alguien conocido, porque lo es. Pero probablemente ni siquiera sepas su nombre, ni nada de su vida. Puede ocurrir también que, al estar tan descontextualizado aquel encuentro, cada uno se haga el despistado. Sin saber qué actitud tomar.

Recuerdo el camarero de un local de Gomila al que iba mucho, ya desaparecido. Me trataba con suma amabilidad y yo le saludaba con alegría. Sin embargo, a veces me lo encontraba dando vueltas por el barrio a bordo de un vespino, concentrado. Y entonces, ni siquiera te dedicaba una mirada.

Si hiciésemos una nómina de los camareros de todos los bares que hemos frecuentado, saldría una multitud. Pero qué poco hemos llegado a saber de ellos. Hay excepciones, como fue la plantilla histórica del Montesol de Ibiza, auténticos personajes públicos. O los que rigen desde hace mucho tiempo locales como el Moderno, el Bosch y el Lírico. Pero en general, es más el olvido que el conocimiento.

Y es una pena. Porque lo que se comparte con ellos es una parte agradable y calentita de la vida. El café y el croisant, la lectura del periódico, el momento de silencio. Ellos están ahí, aunque no reparemos en su presencia. Y pasan al museo de nuestros recuerdos. Muchas veces, lamentamos nuestro descuido cuando resulta demasiado tarde.

Bares y cafés son el epicentro de nuestro universo social. Pero no sólo por los clientes, también por los camareros.

jueves, 22 de marzo de 2012

TELEPROSERPINA




Nadie me negará que con la llegada de la TDT ha aumentado hasta niveles muy elevados el grado de telebasura. Hace cincuenta años, la gente más o menos culta abominaba de "El Caso" por cultivar los sucesos y la crónica negra de forma morbosa y amarillista. Hoy, "El Caso" parece una obra literaria al lado de muchos programas matinales que se dedican a hurgar y rehurgar en los sucesos más truculentos. No por afán informtivo, sino por la audiencia.

Asesinatos y secuestros, pitonisos, teletiendas, famoseo gritón, películas y series de serie B. La tele se ha convertido en una especie de contenedor abierto y con moscas, del que sólo se salvan unos pocos canales.

Casualmente, he descubierto un antídoto. De vez en cuando me paseo por Deixalles. Donde siempre encuentras cosas inesperadas, y además de estar bien de precio contribuyen a un fin social. Hace pocos días di con un pequeño busto de porcelana. Fue elaborado por Arte Bachero (Valladolid) en porcelana, y representa una cabeza de diosa clásica. Concretamente Proserpina o Perséfone. Sencillo y elegante, sólo costaba dos euros.

Como no sabía donde meterlo, al llegar a casa lo dejé en un hueco al lado del televisor. Y fue por la noche, al encender el aparato, cuando me di cuenta de su función. La pantalla vomitaba contenidos exagerados, cutres. Pero al lado, la diosa de la Fecundidad, la princesa del Hades, miraba al vacío con sus ojos blancos.

Descubrí así que la escultura constituía el auténtico contrapunto de tanta basura. Un poco de cultura clásica frente al desenfreno pedestre. En esos largos zappings en que no encuentras nada de interés, le quito la voz al aparato y miro a la bella Perséfone. Si ponen anuncios, lo mismo. Y cuando cierro la tele, me quedo un rato contemplándola como si pusiese en orden mi cabeza después de tanto centrifugado.

Tal vez nos deberían vender con cada tele una escultura de Praxiteles.

jueves, 15 de marzo de 2012

BOLSAS DE MEMBRILLO



El tema de la sostenibilidad ha hecho que algo tan aparentemente trivial como las bolsas de los comercios sea un problema. Durante años, esos productos plastificados han servido para todo: llevar la compra, guardar la basura, irse de excursión, acumular cosas, incluso de compañeras fieles de los sin techo. Hasta que se han acumulado en cantidades gigantescas obligando a su control.

Hasta aquí, nada que objetar. Parece lógico que los consumidores paguemos por llevarnos una de esas bolsas, y de esa manera se frene algo su consumo. Al mismo tiempo, algunas grandes superficies han puesto a la venta cestas permanentes que pueden suplir el uso de las bolsas más fungibles. Muy bien.
Es problema es que la mayor parte de esas nuevas bolsas ¡son horribles! Las de plástico resultaban más neutras, primero porque se deformaban con el peso, y luego porque las posibilidades decorativas resultaban limitadas. Pero estas nuevas bolsas "estables" gozan de una superficie considerable, de material afecto al color, y por lo tanto resultan mucho más vistosas. Llaman considerablemente la atención.
Ves a la señora con la bolsa es que exhibe una especie de membrillo gigantesco, pintado con colores naïfs. O un bodegón de verduras cocidescas. Pasa un caballero de mudanzas con el membrillo lleno de libros. Te cruzas con un indigente que guarda sus pobres pertenencias en otra bolsa de membrillo.
De manera que lo que ganamos en sostenibilidad lo perdemos por ahora en criterio estético.
Recuerdo que, en mi infancia, no existían las bolsas de plástico. La gente llevaba unas bolsas de tela, con dibujitos bordados de tono cursi, o bien las típicas cestas de paja. La diversidad y la sencillez de los diseños hacían que pasasen inadvertidas. No te fijabas en ellas. Algo que no se puede decir de la estirpe del membrillo. Así que, si como parece hemos de volver a ser pobres, tampoco estaría mal recuperar la estética sobria, elegante y discreta, de lo humilde.

miércoles, 14 de marzo de 2012

ETIMOLOQUÍAS






- Hay fracmentos muy elegantes.

- A oscuras nubes nada.

- Huelga de aereomuertos.

- Hímenes como imanes.

- Conejo de ministros.

- Habría que cambiar “meticulosamente” por “metipompisamente”.

- Paté de foi.

- El herotismo sería más decente.

- Del arsenicato como una de las Bellas Artes.

- A velas venil.

- No confundir la gimnesia con la magnasia.

- Edipopótamo.

- Pato francés: pa-de-cuá, pa-de-cuá....

- Sex- to mandamiento.

- La vida es una tumbala.

- Hay muchos esquisitofrénicos.

- Chambre, cochambre.

- Hay patos con mala pata.

- Una verdadera patanoia.

- Pticosis.

- Los helechos se dividen en: helecho civil, helecho penal, helecho administrativo, helecho mercantil, etc.

- Pet y ción.

- Vi Deo.

- Pol y Cía.

- Tarta muda.

- Enterrar un hueso es una victoria pérrica.

- Si no llueve habrá que ir a una lluevería.

- Sujetetadores.

- Ogino viene de misógino.

- Incomprensiblemente, no se escribe “hárbol del ahorado”.

- Can celar: poner perros en celo.

- Bizconde.

domingo, 11 de marzo de 2012

TRAILER DEL MONÓLOGO "YO ODISEO", CON RODO GENER

http://www.youtube.com/watch?v=0zINFSCIGPI&feature=youtu.be&hd=1

martes, 6 de marzo de 2012

CONCIERTOS CON TACOS EN EL CENTRAL PALMA CAFÉ




A partir de este jueves, conciertos en el Central Palma Café con un repertorio de tacos (8, 15, 19 y 29 de marzo). Temas de "Mallorcatur", "La guitarra platónica", "Mi vida en los Kinks" y Rock & Press.


No recomendado para amantes de la afinación.
Palabrotas e incorrecciones políticas garantizadas.

Los conciertos comenzarán a las 20'30 y terminarán:
a- Cuando se me acabe la voz.
b- Cuando se acabe la cerveza.
c- Cuando se vayan todas las mujeres.



La entrada es gratuita. Pero aquellos que quieran escapar antes de que termine tendrán que pagar una sanción.
Gracias a Albert Pinya por el chulo cartel.