jueves, 19 de enero de 2012

LOS PERROS DE HÉCATE



Junto a la chimenea. Escuchando las locomotoras de la noche. No hay nada más sobrecogedor que percibir el aullido de los perros por la noche. Se dice que los animales presienten el paso de la muerte. Y que, incluso a distancia, son capaces de percibir el fallecimiento de sus amos.

 Los griegos, seguramente alrededor de una hoguera, inventaron la figura de Hécate. La diosa de la noche y de la muerte. Luna negra, presencia en los caminos. Cuando alguien transitaba en la oscuridad, debía andarse con mucho cuidado. La diosa Hécate se paseaba con su cortejo de perros negros, acechando en los cruces y lugares poco transitados. Si en un determinado momento el caminante escuchaba voces o silbidos a su espalda, por nada del mundo debía volverse. De lo contrario, los perros de Hécate caerían sobre él. Como desagravio, se dejaban ofrendas de comida en los senderos. Y en caso de escuchar el resoplido de los canes de la diosa, había que arrojar algún resto de pan o carne por la espalda, sin apartar la vista del camino que tenía ante sí.

 Ignoro si en Mallorca se rindió culto a Hécate. Pero las noches en el campo tenían sus propios espectros. La mayor parte de ellos, bandoleros o más tarde contrabandistas. Utilizando a veces la sábana de "bubota" para encubrir asuntos nada ultratúmbicos.

 Tal vez la diosa no pisara la isla, pero sus perros sí. De todos es conocida la leyenda del "Mal caçador" que, maldecido por haber roto el descanso dominical, camina por las noches acompañado de sus perros. Su figura puede haber caducado, pero no el envoltorio: la noche, el rumor del viento, los ladridos...

En estas veladas invernales, escuchas ese altavoz de lo misterioso que es la chimenea. Aspiras la exhalación de la leña quemada, y te parece intuir la Mallorca antigua.

Debajo de todo ello, la isla es como una ballena enterrada. Respira, a veces se deja escuchar. Y su lenguaje no tiene nada que ver con todos los acontecimientos del día. Sino que se prolonga de una forma transversal a través del tiempo. Uniendo pasado y presente. Porque, probablemente, para ella son la misma cosa.

 Escuchar el viento que gime por el tubo, el fuego, los perros que aúllan a lo lejos, aspirar el aroma lejano de la leña quemada.

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