martes, 13 de septiembre de 2011

EL SEÑOR DE LAS POSTALES





A finales de los 80, me dediqué libreta en mano a reseguir los escenarios de mi adolescencia. Todavía estuve a tiempo, porque años después desaparecieron casi por completo.

Rincones de la Barcelona de los 60, como la tienda del señor de las Postales. Estaba en la Gran Vía, muy cerca del Rex. Era un antro diminuto, lleno de postales por todos lados. Allí me compraba fotos de los Beatles y de artistas de cine. Para mí era un lugar milagroso, mágico.

El encargado era un hombre ya mayor, con gafas y muy enjuto. De vez en cuando subía por unas estrechas escaleras para buscar sus mercancías en un altillo.

Un día me contempló con mirada turbia. Y me dijo: "Tengo una mejor que esa de los Rolling que me pides". Subió al altillo. Bajó con un sobre, sacó una postal coloreada de Brigitte Bardot tapándose con una toalla.

Nunca olvidaré la sonrisa que puso. Parecía que tuviese una pelota de ping-pong en la boca.

Yo, que todavía era jovencito, le compré la de los Rolling. 

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