domingo, 8 de mayo de 2011

CRIOGENIZADOS


Si un contemporáneo de la época de la transición hubiese sido criogenizado, congelado, con sus funciones vitales suspendidas durante todo este tiempo, y ahora despertase: ¿qué sentiría? Se asombraría de muchos cambios sociales. No podría entender el imperio de los ordenadores o internet. No reconocería el mundo que dejó atrás... Salvo en una cosa. El lenguaje electoral.
Si hay algo que no ha evolucionado desde hace años es el encefalograma electoralista.

Nuestro criogenizado hubiese asistido tranquilamente al mitin de Alfonso Guerra, con sus rancios silogismos, y se hubiese encontrado como en su casa. Leería los titulares de los mítines y creería estar en 1979. El mundo ha cambiado muchísimo. Pero la dialéctica política es exactamente la misma. Para el hombre de la transición, el futuro político sería un regreso al pasado.

Los modernos medios de comunicación, sobre todo internet, han supuesto una revolución tan importante como la francesa de 1789. Y lo estamos comprobando cada día en Siria, Túnez, Egipto, China... ¿Y por qué? Porque suministran al ciudadano un volumen de información impensable en otros tiempos, incensurable, inabarcable.

Ese factor está originando una nueva mentalidad. La gente contrasta, reflexiona, se da cuenta de las leyes que rigen la realidad. Antes era imposible alcanzar esos niveles. Todo era mucho más polichinesco y simplón, blanco o negro, buenos y malos. Cualquier doctrina podía explicar el porqué de las cosas gracias a la ignorancia generalizada. Ahora, hasta los documentales de animales nos enseñan lo relativo que es todo.

Germina lentamente una manera diferente de ver las cosas, en la ciencia, el arte, la psicología, la enseñanza... Pero no en la política. Allí sigue el polichineo más charlotesco. Las simplificaciones más burdas. Las etiquetas. Los eslóganes baratos.

Asombra, por ejemplo, que en un contexto de cambio de modelo mundial como el actual, todavía haya quien postule que una simple sustitución del partido en el poder solucionará la crisis. O esas patéticas promesas de intenciones de quienes ya llevan cuatro años gobernando, como si no hubiesen demostrado sobradamente lo que son capaces de hacer... o no hacer.

La época de los mitines de tortilla de patatas y autocar, de las intenciones gritadas y no razonadas, de los trazos gruesos sin conocimiento histórico resulta inoperante. Como lo demuestra la desafección del electorado, el grado de escasa participación ciudadana en la partidocracia, el índice de abstención.

La gran revolución pendiente, la conquista real del futuro, se producirá cuando el mensaje político esté matizado, sea realista, inteligente, modesto, relativista, práctico, entendible, coherente.

Los miembros de nuestra clase política están todavía muy lejos de ese desiderátum. Como si los hubiesen criogenizado mentalmente.

No hay comentarios: