lunes, 2 de agosto de 2010

VENTANEO





Uno de los deportes de paseante consiste en mirar las ventanas. Para eso hay que caminar con la vista hacia arriba, pendiente de los acontecimientos superiores. Olvidando un poco esa senda cotidiana que hacemos casi con anteojeras, sin apenas ser conscientes de nuestros pasos.

El ventaneo invernal te inspira sentimientos de calendario de Adviento. Con las luces, las cortinas, los mundos ocultos y semidesvelados. Siempre te sugieren una sensación de intimidad gozosa, de miniatura.

Muy distinto resulta el ventaneo estival. Si en los meses fríos las casas se protegen y dejan salir sólo sus aspectos más cálidos, en verano las casas respira, exudan, se asfixian.

Todas las ventanas están abiertas de par en par. Ves como titila algún ventilador, escuchas todos los ruidos interiores, incluso los más íntimos, proyectados en el espacio congestionado de la ciudad. La casa no es que sea extrovertida, se convierte en exhibicionista.

Hay calles que te ofrecen conciertos de radios. Cada una saliendo de forma triunfal a través de una ventana. Otras airean discusiones matrimoniales, llantos de críos, chafamiento de verduras con el turmix… Como si todo se hiciera en el exterior.

A veces puedes ver a alguno de sus habitantes. Con la camiseta de tirantes, sentado en un pequeño rectángulo de sombra. Boquea ausente, un poco como hacen los peces cuando están fuera del agua. El calor contagia esa atmósfera pegagosa, compartida. Igual que ocurre con los olores. Porque esas ventanas de par en par también nos echan a la cara según qué aromas a casa cerrada, a cocina, a interior rancio.

Es así como mientras que el ventaneo invernal resulta placentero y poético, el estival da un poco de grima. Pierdes ese principio de empatía, basado en el deseo de entrar y compartir los interiores. No apetece nada colarse en ninguna de esas viviendas acaloradas y bostezantes.

Con la excepción, eso sí, se esas casas cerradas a cal y canto. Con un aparato de aire acondicionado que ruge en el balcón. En esos casos sí que querrías estar dentro.

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